7 pasos para Experimentar Silencio...

Los siete pasos para experimentar y adentrarnos en el silencio
Los siete pasos del silencio son los complementos, los puentes, o pasos, que nos llevan a las profundidades del conocimiento, aumentan nuestra fuerza esencial y liberan energía creativa en el mundo, una contribución que no sólo todos podemos hacer, sino que es de suma necesidad.
Primer paso: Escuchar
La gente a menudo habla de abrir el tercer ojo, pero nuestro verdadero paso hacia una comprensión cada vez mayor es abrir ¡nuestro tercer oído! Eso significa ajustar al yo de manera que entienda qué...
es lo que realmente se le está diciendo.
Eso requiere que yo cree una quietud en mi interior, alejando lo más lejos posible los condicionamientos de mi personalidad, de mí mismo y de mi forma de pensar, de modo que no interprete el nuevo conocimiento según viejos patrones.
Necesito distanciarme un poco de mí mismo para poder escucharme. Escuchar es crear ese espacio respetuoso entre yo y los demás, espacio que facilita una comprensión real de qué es lo que los demás están intentando decirme. Escuchar por el “tercer oído” crea un vínculo de empatía: una calma atenta y una abertura que enfoca la mente para que la realidad pueda ser captada. Esta conciencia atenta permite a la mente crear pensamientos puros y concentrados. Como dijo Einstein, “creo firmemente, como creían los antiguos, que el pensamiento puro puede captar la realidad”.
¿Cuál es la razón para entrar en el silencio? ¿Por qué querría yo poner a punto mi mente y actitud para escuchar?
A medida que el mundo se vuelve cada vez más complejo y los problemas cada vez están más entrelazados, escuchar es el primer paso para comunicar y armonizar con todo el mundo; éste es un método para entender la realidad de los demás a fin de vivir mejor con ellos. Escucharme a mí mismo, a Dios, a los demás y a la naturaleza permite que el yo armonice y disfrute de un sentimiento de equilibrio.
Segundo paso: Reflexión
La reflexión es un paso necesario para asimilar el conocimiento, para mostrar que yo entiendo lo que escucho.
La reflexión es un ejercicio de la mente y el intelecto que profundiza en la comprensión de una idea, con la intención de llevarla a la práctica en la vida diaria.
Los valores en mi vida indican que el conocimiento ha sido asimilado; sin eso, el conocimiento sencillamente se queda en algo bonito, en información interesante y de agradecer contenida en mi intelecto, pero sin la capacidad de darme fuerza porque es tan sólo algo externo; no ha sido interiorizado.
Toda acción de calidad, toda nueva percepción o visión, requiere un espacio para la reflexión en silencio como paso preliminar. La reflexión es el trampolín para zambullirse en la piscina de la acción de calidad.
La acción de calidad es esa acción que es verdaderamente adecuada para la persona, circunstancia y necesidad del momento.
Normalmente, estamos perdidos en los asuntos de acción, cuya rutina y ritual hacen nuestra vida tan mecánica y por lo tanto pesada y aburrida, o exigente y agitada.
Una mente y un intelecto que no dedican tiempo ni atención al silencio reflexivo se vuelven perezosos, aunque externamente haya mucha actividad durante horas y horas. No se alcanzan nuevas cumbres porque no hay profundidad de conciencia en lo que estamos haciendo, ni reflexión en cuáles son nuestros objetivos, ni una intención definida. En consecuencia, quedamos atrapados en la trampa de la rutina.
El que nos manden las situaciones externas, que nos hacen correr de acá para allá sin detenernos internamente, produce un estrés innecesario en la mente, que nos deja atados con los hilos de lo externo, como marionetas a las que mueven y empujan las circunstancias.
Para librarse de esa fuerza, aliviar la mente del peso del estrés y de la rutina devastadora, necesito entrar y reflexionar en quién soy y dónde voy, y estudiar de nuevo mi sistema de valores.
De lo contrario, la vida se convierte en algo así como una rueda que nos hace girar cada vez más deprisa hasta que nos mareamos, y entonces queremos bajarnos pero va tan rápida que no sabemos cómo hacerlo.
La reflexión y el tomarse tiempo para entender nos llevan a la esencia de todo.
Tercer paso: Concentración
Cuando reflexionamos adecuadamente, empezamos a ahorrar energía mental. Cuando la leche se cuaja, poco a poco reduce su volumen hasta que se convierte en mantequilla. Cuando nosotros tenemos algunas ideas o pensamientos sobre algo en particular y reflexionamos de la manera correcta, todas estas ideas empiezan a ser más nítidas y claras, es decir, más esenciales.
Llevar nuestros pensamientos hacia la esencia se llama concentración.
Tal concentración es natural y no forzada. No podemos concentrarnos de manera natural a menos que estemos en el proceso de reflexión. Cuando la mente llega a ese punto de concentración en el que la energía mental se conserva, entonces recibimos poder. Se abre una fuente interna de energía, la cual fluye a través de nosotros y nos hace subir a otro nivel de conciencia.
Con algunas técnicas de meditación, se reciben ideas o mantras, que a menudo sencillamente se van repitiendo. Así no se penetra en la mente aportando significado. La gente tiene esas ideas dando vueltas como una pelota por su mente y, de la mente, esa pelota de pensamientos rebota a la boca. Se repiten unos sonidos de acuerdo con una pauta, pero en realidad no se ha entendido nada. El resultado es que no se ha generado fuerza interior para cambiar efectivamente el comportamiento o la personalidad y, por lo tanto, todo sigue igual. En estos casos, la gente no se centra en la espiritualidad. En consecuencia, después de un tiempo, estas personas encuentran la meditación aburrida, se duermen, o piensan que repitiendo palabras, tanto verbal como mentalmente, están haciendo meditación. Sin embargo, el tipo correcto de concentración no consiste simplemente en la repetición de sonidos o ideas.
La concentración natural es cuando la mente puede sostener un pensamiento durante largo tiempo, cuando los pensamientos están bajo nuestro propio control.
Sin concentración la mente va aquí, allá y a todas partes, saltando como un mono de rama en rama, de idea en idea. Cuando hay una concentración natural, nosotros dominamos nuestra mente y hay paz. Esa concentración puesta en un solo pensamiento, que podemos mantener durante todo el tiempo que queramos, poco a poco acumula fuerza en la mente y en el yo.
Una mente fuerte es una mente pacífica, estable, contenta y que puede permanecer en la esencia de un pensamiento. No desperdicia debido a pensar demasiado o a pensar deprisa; esas son las dos enfermedades más grandes de la mente en estos días, y es por eso por lo que hay tanto estrés y depresión nerviosa.
Cuarto paso: Conexión
Una vez dominemos el arte de la concentración, podremos experimentar el cuarto paso de la meditación, que es la conexión. Con nuestro poder de pensamiento conectamos con los sentimientos originales y estamos en paz. Nos conectamos a nuestro enchufe y sentimos pasar la corriente, y cuando nos conectamos experimentamos el quinto paso de silencio.
Quinto paso: Absorción
El yo es absorbido en la paz espiritual. Para que esta conexión y absorción tengan lugar, el pensamiento no puede estar distraído, de lo contrario se produce un cortocircuito y la energía que fluye se para porque el pensamiento se ha desconectado del enchufe.
Si mejoramos nuestra comprensión del cuarto paso, veremos que la conexión en la meditación Raja Yoga no es sólo con el yo original sino también con Dios.
El alma humana se conecta a la ilimitada reserva de energía pura del Universo, a menudo llamada Dios. Este Ser está en reserva durante toda la eternidad, y existe más allá del tiempo y la materia. Dios existe más allá de la contaminación y la putrefacción que afecta a todas las almas humanas. Cuando necesitamos limpiar nuestro sistema, recargarnos de energía o de fuerza, tenemos que acceder a esta Reserva, y sólo podemos hacerlo a través de nuestros pensamientos.
Si el pensamiento está lo bastante concentrado, la mente es capaz de trascender lo ordinario, absorber las cualidades de este Ser y aprender el significado de la excelencia interna y de la liberación.
Por consiguiente, nosotros nos concentramos, conectamos y absorbemos energía pura dentro del yo. Cuanto más profunda es la concentración, más grande es la absorción en el yo de las cualidades irradiadas por Dios.
Sexto paso: Llenarse
Cuando el yo absorbe la energía de paz, o toda la energía positiva que necesita, se llena a sí mismo completamente con esta cualidad. Si la concentración sigue intacta, la absorción y recarga ocurre de forma bastante natural y automática.
Séptimo paso: Donación
Donar es el paso final del silencio. Tenemos el yo lleno con una cualidad particular que empieza a fluir fuera de nosotros. Permitimos a esa cualidad que toque la atmósfera de nuestro alrededor y conscientemente done esa vibración al mundo, permitiendo sentirlo y absorberlo a aquellos que lo necesiten.
Este es el último paso de la verdadera meditación, a menudo referida como el estado “faro”.
Un faro permanece quieto y estable en una posición y emite luz a su alrededor. Nosotros podemos hacernos conscientes de una cualidad original del yo, llenarnos a nosotros mismos de ella y después, de manera muy natural, dejarla irradiar desde la mente.
Uno de los aspectos más importantes en este paso del silencio es el vínculo con la Energía Suprema. Establecemos ese vínculo con la Fuente Suprema, absorbemos de esa Fuente, llenamos nuestro yo de esa Fuente y, después, damos todo lo que esa Fuente nos ha dado.
Esto se llama conciencia “angélica” o de “instrumento”.
Se dice que un ángel es un alma humana que se ha enamorado tan profundamente de esa Fuente de Luz que ésta lo ha transformado completamente. Está totalmente lleno de luz y paz y su función es sólo servir, compartir paz y amor divinos.


Practiquemos los tres primeros pasos con un ejercicio de meditación Raja Yoga.

1. Mantengo en mi mente las palabras Om Shanti, “soy un alma pacífica”. 
Reflexionemos sobre esta afirmación, o mantra. Un mantra es algo que libera la mente de pensamientos superfluos o negativos, de estrés y de preocupación. Un mantra se repite normalmente una y otra vez para conseguir los resultados deseados. Sin embargo, en meditación no se trata de repetir las palabras una y otra vez sin entenderlas verdaderamente.
Eso seria una concentración forzada. La concentración de la mente debe ser natural porque, cuando ésta se da, la mente puede permanecer en un estado de paz y relajación durante mucho tiempo.
La consecuencia de eso es una recarga de las pilas del yo, una renovación de energía desde dentro.
¿Cómo consigo este estado de concentración natural en el pensamiento, “soy un ser espiritual”, “soy un ser pacífico”?



2. Reflexiono en “OM”, la conciencia del “yo soy”. ¿Qué significa “yo soy”? En este pensamiento la atención llega sólo al momento presente. No tengo necesidad de ir al “fui”, “seré”, “espero ser” o “podría ser”. Para profundizar en el yo, necesito estar completamente en el presente. Este pensamiento de “soy” me lleva a la conciencia de la propia comprensión. 


3. Me centro y concentro en el pensamiento hasta que paro de pensar acerca de ello y lo experimento.
Estos tres pasos del silencio son los más importantes y una vez dominados correctamente, los otros cuatro pasos se siguen con mucha facilidad.

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